La reciente controversia en el tenis de mesa ha puesto de relieve la desigualdad que existe en la estructura de poder en el ámbito deportivo. Este desacuerdo no solo afecta a los jugadores, sino que también implica a las organizaciones que rigen este deporte. Se hace evidente que hay una necesidad urgente de revisar y reajustar las políticas y regulaciones que rigen las competencias, para garantizar un entorno más justo y equitativo para todos los involucrados.

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